Cosas que escribo
me ha parecido una etiqueta adecuada para estas entradas. Al pensar en ello,
recordé una frase de la escritora mexicana Josefina Vicens:
"Todo
esto y todo lo que iré escribiendo es solo para decir nada y el resultado será,
en último caso, muchas páginas llenas y un libro vacío."
Escribir, en mi caso, es un ejercicio de introspección: mirarme hacia dentro y dejar salir lo poco o mucho que la imaginación quiera ofrecer. Y aunque lo que surge pueda parecer una criatura extraña —no muy bella, a veces defectuosa—, sigue siendo mía. La presento con el orgullo de quien crea algo único, aun sabiendo que no es perfecto.
Lo que pretendí —y quizá logré— fue
contar, a través de una narradora íntima y confesional, la historia de una
familia marcada por la pobreza, la ausencia, los silencios y las tragedias que
se encadenan generación tras generación. Un relato que abre las compuertas de
la memoria y confronta lo justo e injusto de la vida: la muerte, la violencia,
los secretos y las heridas que nunca cicatrizan.
No busqué narrar grandes acontecimientos
externos, sino emociones internas. Quise entrelazar una historia íntima con temas
universales: la soledad, la culpa, el amor, el miedo al abandono y la
dificultad de discernir entre el bien y el mal en un mundo áspero.
En definitiva, esta es una novela que no
busca consolar, sino inquietar y remover, al adentrarse en lo más oscuro del
corazón humano.
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