Verdaderamente, si bien se consideran, graves e inauditas
cosas vieron estos ojos mios, allá, cuando en mi juventud sirviera como moza en
venta de caminos. Más ninguno recuerdo tan claro, como esta que ahora
narro a vuestras mercedes. Y cuento que
estando yo haciendo leña en el corral para encender la lumbre, con que caldear
el puchero, con que desayunarse los arrieros que pronto habrían de llegar
hambrientos y vociferando;parome un momento a tomar aliento de tan arduo
trabajo y enjugar con la manga el sudor que a chorros me resbalaba por la
frente,cuando,como digo, estando en el
patio de espaldas a la puerta,acercose sin ser visto ni oído aquel
extraño personaje que arrodillándose con gran estruendo, dio de golpe su cuerpo
en el empedrado, pues no que iba el mamarracho cubierto de lata, como cubo de pozo,
desde el cuello hasta los pies, que apenas doblar las corvas podía, por lo que diose de bruces contra el duro suelo.
Corrió otro que con él andaba, un pobre hombre menudo y recio, a socorrerle y
conseguir que se hallara en otra postura más decorosa, si decoroso puede llegar
a ser un hombre casi anciano ataviado de esa guisa y con ojos de alunado.
Ante mi susto y sobresalto, sé saco el desdichado la bacía
de barbero que llevaba colocada en la cabeza y puestas entrambas manos cruzadas
sobre el pecho, llamome princesa y señora universal del Toboso y duquesa de la hermosura,
entre otros disparates que no atiné a comprender, atónita y turbada como estaba,
viendo aquel hombre de rodillas postrado ante mi diciendo aquellas
palabras.
Yo, sin saber qué hacer ni que decir, miraba ora a este, ora
a aquel que lo acompañaba que con gestos me decía que le siguiera la corriente
pues el pobre no debía andar sobrado de cordura.
En esto andábamos cuando llegaron los arrieros hasta el
corral pues ya era tiempo del yantar, y habiendo un rincón fresquito bajo la
parra algunos gustaban de comer allí los días de mas calor.Estos, sentaronse
frente a una jarra de vino, atentos a las lisonjas y galanterías con las que el
triste esperpento me requebraba y no pudieron los del corrillo por menos que
hacer burlas y chanzas, primero entre ellos y luego en voz alta, digo yo, que
por efecto del vino.
-¿Talle de mimbre decis?ja,ja,ja mas parece tronco de viña.
-¿A agua de ángeles su aroma? Jo,jo,jo pues olor a ajos nos da a nosotros
en la nariz
Y otras cosas por el estilo que yo disimulaba no escuchar,
más el caballero sintiose ofendido por las burlas e hizo ademan de levantarse,
pero ni aun haciendo gran esfuerzo podía con sus huesos y pidióle ayuda a su acompañante
para ponerse en pie. Y no más pusose derecho arremetió contra los arrieros
sacándose torpemente del cinto la espada tomada de orín que en este llevaba y
vociferando se fue hacia ellos. Los villanos viendo sobre si aquella figura blandiendo
la tizona ante su rostro, tuvieronse por muertos. Tan asustados estaban que
consintieron en arrodillarse humildemente ante mí, besaronme las manos ,trataronme
de gran señora y escusaronse de sus burlas anteriores.
“-Tiempo hay de burlar y tiempos donde caen y
parecen mal las burlas.”
Y diciendo esto el
hidalgo dio con el pie una gran patada en el suelo señal de la ira que
encerraba en sus entrañas. A cuyas palabras y furibundos ademanes asustaronsé más los arrieros y se holgaron en aquel instante de poder
quitarse de la enojada presencia del caballero, corriendo como alma que lleva
el diablo.
El hombre más calmado acercose a mi , cogió mis manos entre
las suyas y las beso con tal vehemencia
y pasión que me avergonzó tenerlas tan callosas y renegridas por el hollín de
la cocina y las retire presta escondiéndolas bajo el delantal.Arrebolarame su audacia,
a mí, acostumbrada a los pellizcos en las nalgas que soportaba de los
campesinos y mozos de mulas mientras les servía el condumio.
En esta ceremonia estábamos, cuando entraron en el patio los
arrieros injuriados, seguidos de muchos otros avisados estos de que sus
compañeros fueron maltratados por aquellos dos hombres, siendo ellos tantos, y
acudieron con sus estacas. Cogieron a los dos entre un corrillo y cayeron sobre ellos estacazos con tan gran ahínco que
el caballero rodó primero por el suelo y lo mismo le vino a su amigo sin que le
valiese proclamar su inocencia. Tal fue la grita y el alboroto que llegose corriendo el ventero a poner paz en la pendencia.
Salieron los arrieros murmurando blasfemias y quedaronse los dos hombres
molidos como alheña, en tan grande estado de decaimiento que diome pena por
ellos y mojando mí pañizuelo en la fresca agua del pozo, limpioles las heridas
y magulladuras, agradeciéndome grandemente los desdichados tan poca cosa.
Procuró levantarlos del suelo, y no con poco esfuerzo el
ventero y preguntoles como habían dado lugar a aquello, pero ninguno respondió palabra,
tan bataneados y descoloridos iban.
Asidos el uno al otro salieron de la venta por donde
entraron, más no de la misma manera y nunca mas volví a verlos, ni por pueblos ni por caminos en mi luenga vida,
y preguntome muchas veces que les habría deparado a aquellos dos el destino.
Pues aún hoy, con mis años, medio ciega, sentada bajo la
parra en el mismo patio donde transcurrieron los hechos que narro, recuerdo
como si fuere ayer mismo, su rostro enjuto, los ojos febriles, el cano pelo
enmarañado y el cuerpo dolorido por enfrentarse para defenderme de injurias que
solo él veía como mentiras, siendo como eran verdades como templos; pues verdad es que nunca tuve talle
de mimbre y olor a ajos he llevado toda la vida. Pero no fueron sus sentidos
los que me vieron, si no su sinrazón y su locura y con ellas me vieron fermosa como ninguna
otra y así lo creyó y así doy palabra que desde aquella jornada me veo yo. Pues
nunca, ni antes ni después, fui tratada con tanto agrado, siendo como soy
Aldonza Lorenzo, hija de cabrerizo y alcahueta, moza de venta y virgo remendado.
Nunca como digo vieronme otros ojos
desta manera, dama de alcurnia, mujer fermosa y señora de ensueños.
( Manuela R.)
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