¿Y a qué venía casarse ahora, si ya tenía cincuenta y cuatro
años? Y con una novia que no le gustaba. Una señora que ya no cumplía los cincuenta,
viuda, con hijos y viviendo en Cetina, en Zaragoza. Pues eso mismo debió de
preguntarse él, porque a los dos meses de la boda salió por pies.
A Quevedo lo enredaron, porque solo así pudieron casarlo.Él,que
había escrito en prosa y en verso contra el matrimonio, que cuando no estaba en
una taberna estaba en un lupanar, que fumaba como una chimenea, bebía más que
fumaba y andaba en líos con una tal Ledesma…¿Qué hacia casándose con más de
cincuenta años?
Escribió cosas como que “a los hombres que se casan los había
de llevar la iglesia con campanillas delante, como a los ahorcados”. Y cuando
ya se le soltaba la pluma del todo, decía que prefería ver a un cura en su
entierro antes que en su boda, y que mejor se le helaran la lengua y las palabras
antes de dar el sí, y que prefería un bárbaro otomano antes que un himeneo
tirano…Y remato con esto “Entre los acontecimientos del matrimonio, solo el de
la perdida de la mujer no puede ser afrentoso, porque si la mujer es mala, se
gana con perderla y si es buena, con
perderla se asegura que no deje de serlo”.Pues muy bien, pero después de todo
esto…fue y se casó.
La desafortunada fue doña Esperanza de Mendoza, señora de Cetina,
con jugoso patrimonio y carnes que vivieron mejores tiempos. Por aquel entonces,
Quevedo había sido nombrado secretario del rey Felipe IV y tenía que mantener
las formas. Se hizo amigo del duque de Medinaceli, y la esposa del duque, amiga
a su vez de la señora doña Esperanza, presionó a su marido para que presionara
a Quevedo y se casara con esta mujer que necesitaba salir de la viudez.
El duque de Medinaceli, por no oír más a su esposa,
convenció a Quevedo, que se casó aquel 26 de febrero. Dicen que aguantó casado
hasta finales de abril, y que no paró hasta que dos años después consiguió divorciarse
para borrar esa mancha de su curriculum “solteril”.
(Del libro Se armó la de San Quintín-Nieves Concostrina)
(El amor es... 4ª parte)
(El amor es... 4ª parte)
Jajaja, menudo era Quevedo, yo lo admiro mucho, la verdad, pero sí que era un misógino redomado, lo que pasa es que decía las cosas con tanta gracia que hasta hemos preferido olvidarlo y perdonarlo. Qué interesante tu entrada, desconocía algunas cosas.
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