Manifiesto cuerpa es
un libro que no se limita a leerse: se queda resonando en el cuerpo mucho
después de cerrar sus páginas. Paula Aparicio propone un texto íntimo y
político a la vez, donde el cuerpo deja de ser un simple contenedor para
convertirse en territorio. Para mí es un libro necesario pues nos hace repensar
la idea de “cuerpo” desde una mirada feminista y crítica, rompiendo con las
normas que lo han definido históricamente. El uso del término “cuerpa” no es
casual: es una declaración de intenciones, una forma de nombrarse para existir
fuera de los márgenes impuestos.
Los grandes aciertos que
le veo a este libro son; su capacidad para conectar lo personal con lo
colectivo, como incomoda en algunos momentos, pero acompaña en otros ,y como
cuestiona la relación que tenemos con nuestros cuerpos, con el deseo, con la
mirada ajena y con las violencias-explicitas o no-que los atraviesan. También
es sencillamente directo, honesto y poético sin caer en excesos. No busca
adoctrinar, sino abrir preguntas y grietas por donde repensar(nos).
En definitiva, creo que
es un libro necesario y se lo recomiendo especialmente a quienes buscan
lecturas feministas que no se queden solo en la teoría, sino que bajen al
cuerpo, a lo cotidiano y a lo emocional. Pues es una invitación a habitarse con
más conciencia, más cuidado y, sobre todo, con más libertad.
Me ha gustado
especialmente la estructura coral del libro. Cada voz aporta una mirada
distinta y eso te permite ir recomponiendo la historia poco a poco,
cuestionando a los personajes y también los propios juicios. No hay verdades
absolutas, solo versiones atravesadas por el miedo, la culpa y la necesidad de
creer que se ha hecho lo correcto.
Es el segundo libro que
leo de Piñeiro y no será el último.
Esta ha sido una de esas lecturas que se
disfrutan aun no siendo un libro de respuestas claras ni explicaciones
sencillas ; al contrario, Uketsu construye una atmósfera
perturbadora a partir de lo extraño, lo incompleto y lo que aparentemente no
encaja. Mientras leía, tenía la sensación constante de que algo no iba bien,
aunque no siempre pudiera entender exactamente qué era. Tal vez por eso me ha
gustado.
Uno de los aspectos más
curiosos es el uso de las imágenes como eje narrativo. Los dibujos y esquemas
no están ahí solo como complemento, sino que forman parte esencial del relato.
Mirarlos con atención se vuelve casi tan importante como leer el texto, y eso
hace que la experiencia sea mucho más activa y absorbente. Como lectora, sentí
que tenía que implicarme, no perderme ni una coma (si era preciso volver atrás
y releerlo) y sacar mis propias conclusiones.
La narrativa es
inquietante precisamente porque no lo explica todo. Por eso no es un libro para
todo el mundo ni para leer con prisas. Requiere atención, paciencia y cierta
disposición a dejarse llevar por lo raro. A mí me funcionó muy bien porque
disfruto de las historias que juegan con lo psicológico y que confían en
la inteligencia del lector en lugar de dárselo todo hecho.
Cometierra es una novela que se lee con el
corazón encogido. Es una historia dura, violenta, pero, también, es bella y
capaz de conmover sin recurrir al exceso de dramatismo.
En ella se habla de
pobreza, feminicidios, injusticias, de dolor y miedos, contado sin adornos ni
consuelos. Pero se equilibra porque hay un mensaje muy sutil pero cierto que
habla de empatía, de la unión de aquellos que se sostienen a pesar del derrumbe
y de esperanza.
Es la historia de
Cometierra, una muchacha que, le pese o no, tiene un don que es al tiempo su
condena. Cuando come tierra ve cosas que otros no pueden ver: sabe el destino
de los desaparecidos, de los que dejan de ser buscados, los destinados a ser
olvidados por el sistema.
Como me gustó el libro
también he visto la mini serie inspirada en él y me ha parecido bastante fiel a
lo que transmite el libro.
Para concretar diría que
es un libro breve, doloroso y difícil de olvidar.

Fulgencio Argüelles ha
construido en El desván de las musas dormidas un relato íntimo
sobre la infancia, el paso del tiempo y las huellas que dejan los afectos. Como
en todas sus obras, la narración es serena, emotiva ,con un punto de
melancolía Y como todas sus historias esta
también conserva esa sensibilidad para observar lo cotidiano, para
detenerse en los detalles pequeños pero significativos, y para mostrar la
naturaleza de todas las cosas con delicadeza.
El libro está lleno de reflexiones entrañables, de esas que una termina
anotando en un cuaderno para no perderlas. Invita a leerlo despacio, a
detenerse en cada renglón, a contemplar la vida desde una perspectiva pausada y
soñadora. Es una belleza lo que cuenta y como lo cuenta por eso Fulgencio
Arguelles es uno de mis autores preferidos, porque, escriba lo que escriba,
siempre es un grandísimo placer leerlo.
En Carnada la protagonista es una
niña de trece años que carga sobre sus espaldas el estigma de la mala suerte en
un pueblo pequeño y gris donde la suerte no pertenece a nadie.No sabría explicar muy bien porque
me ha resultado una novela atrapante. Tal vez haya sido que, sin que se note,
la tensión te va contagiando, se presiente la tragedia en los pequeños detalles
y durante toda la historia te mantienes en alerta. Los protagonistas son el
corazón de la novela: tan reales y cercanos que sientes que vives junto a ellos
compartiendo sus miedos, dudas y desamparos.
Se podría decir de este libro que es
preciso y cercano, todo transmite autenticidad por eso resulta tan absorbente.










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