martes, 7 de mayo de 2024

CUATRO RELATOS CORTOS

 



 
 RELATO INCOMPLETO

Un relato me pide Valentina para su revista. Yo le digo que no es tan fácil, que a mí me cuesta mucho escribir. Y aquí me veo rebuscando entre papeles y más papeles cosas ya escritas, pero solo encuentro relatos huérfanos, poemas de amor eterno y cuentos sin final. Entre todos sobresale una hoja cuadriculada, de cuaderno escolar, solo tiene escritas unas pocas frases. Miro fascinada ese rio de tinta morada que pretende ser lineal pero solo son los garabatos que un día fue mi escritura. Es un breve poema, sin rima. Leo consternada esas pocas palabras, son profundamente tristes y hablan de soledad. ¿Qué edad tendría cuando lo escribí? ¿Sería aún una niña o ya había llegado a la pubertad? No sabría precisar, no ubico en mis recuerdos ese momento tan trágico, tan desolado y cruel. Tal vez sea un poema de amor. Hubo un tiempo en el que escribía muchos (siempre he sido muy enamoradiza). Eso explicaría tanta desdicha. Sin embargo, yo me recuerdo como una niña alegre y despreocupada, incluso para los temas del corazón. De repente siento que me embarga un gran desconsuelo, que empatizo con esa niña triste que vuelve del pasado, con su caligrafía infantil y morada, para amargarme el día. Cierro la carpeta y llamo a Valentina, le digo que no puedo escribir nada para su revista, le doy una rápida excusa y al colgar dejo que las lágrimas corran por mis mejillas. Un mal día lo tiene cualquiera.

ESCRITOR TRASNOCHADO EN BUSCA DE SU LIBRO:

Tiempo habrá de cambiar el final de esta historia, si a alguien no le gusta. Pues la historia no ha sido escrita si no soñada y como todos los sueños es algo volátil y no alcanza el sueño para llegar al final, aunque el que sueña aún no ha despertado. No es una historia acabada, pero tampoco se puede decir que tenga principio, él que la lea así sin pies ni cabeza, puede empezar a leerla por donde quiera, volver atrás o avanzar entre sus páginas o tal vez desee dejarla por imposible, cerrada entre sus duras tapas, olvidada por toda la eternidad que coja polvo y olvido porque al fin y al cabo no son sino palabras. Garabatos que son letras que se unen para formar otros garabatos que son palabras que a su vez forman frases en fin que nos son más que signos. Así que ya habrá tiempo de encontrarle un final o un principio

A mí me hubiese gustado saber escribir como leo, llano y corrido, sin darle tiempo a la respiración. Fluido torrencial de palabras que vienen sin más, sin pensar y solo tienes que agarrarlas, componerlas como por arte de magia. Un trasvase de la cabeza a la hoja. Pero…no es tan fácil.

Las frases me llegan así sin más, bellas pero incompletas, huérfanas de sus hermanas para que hagan un todo, y me levanto de la cama y las anoto en una libreta, pensando que tal vez un día todas juntas llenarían un libro, como un puzle. Yo no sabía que las frases que escribía eran frases que antes había leído en alguna parte, que se habían quedado escondidas dentro  de mi cabeza  y yo las anotaba igualmente como mías como recién salidas del horno de mi cerebro .Por eso tengo a mano siempre una libreta, por que podían salirse así ,sin más ,en cualquier sitio: en el trabajo, en el trayecto del autobús, sorbiendo la sopa en mi  solitaria cocina o  en el duermevela  de todas las noches, Por eso tengo libretas por todas partes, en los bolsillos o la mesita al lado de la cama, por si  me asaltan las frases furtivas  .Porque  dicen es que en ese momento entre el sueño y la vigilia  cuando llega la musa y te susurra al oído y si no estás alerta y te dejas arrastrar por la pereza del calor de las sabanas y te das la vuelta ,entonces deja de susurrarte enfadada y a por la mañana no recuerdas nada y todo lo  tienes ahí, en la punta  de la conciencia, pero ya  no logras agarrarla. Eso es lo peor que le puede pasar a un escritor que no sepa reconocer a su musa cuando llega o que le pille con sueño atrasado de tantas noches esperándola.

LECTORA DESPISTADA

-Cuando comienzo, no veo el momento de parar. Se me va el santo al cielo. –Ya veo. –Comencé cuando tenía unos diez años. –Qué joven! –No tanto…El primero fue “De la tierra a la luna”. –Muy largo ¿no? –Puede; pero pasó el tiempo sin darme cuenta. –Y ahora ¿Cuántos llevas? –No sé, no los conté, puede que mil. –Y ¿no te cansas? -Nunca. –Yo no tengo tiempo. –Para mí no hay mayor placer. –Alguno habrá que no te haya gustado. -Sí, unos cuantos. -Y de esos ¿Qué piensas? -Que no estaban hechos para mí. –O no tuviste paciencia con ellos. –Tiene razón, lo intentaré de nuevo. –A ese de ahí, lo han devuelto varias veces, se ve que no gusta, -Pues me lo llevo y ya le contaré. -Vuelve cuando quieras…-Gracias y adiós. -…pero antes págame el libro. -Oh! Perdone usted. –Ya, ya…el santo…

UN OBSESIONADO DE LAS LETRAS 

Bonitas palabras. Son bonitas las palabras. Mi obsesión son las palabras, todas y cada una de ellas. Y es un mundo inabarcable pero no me importa yo tengo mucho tiempo, todo el tiempo del mundo, porque no tengo nada mejor que hacer que leer los rótulos de las tiendas, las etiquetas del supermercado, los prospectos de las medicinas. Todas y cada una de ellas son bellas, útiles y sé que están hechas para ser amadas. Tengo un trabajo que me gusta, una apariencia que no enamora y una soledad que sí he deseado. Pero nada me importa porque todo eso, no es más que un armazón, una coraza o esqueleto que me permita leer palabras, ver palabras, escuchar palabras, escribir palabras.

Mi trabajo es escribir. Rotulo los precios con bellas letras góticas, en las estanterías almaceno las cajas por orden alfabético. Y cuando salgo, voy a la biblioteca. Allí paso varias tardes a la semana. No tomo ningún libro prestado tan solo paso el dedo por los lomos de todos los libros, por todas y cada una de las estanterías desde la A la Z, para ver que todo está en su lugar, y sé cuántos libros se han llevado, pues conozco todos y cada uno de ellos.

Sí, mi obsesión o mi amor son las palabras. Porque hay palabras raras como cornucopia o presbicia ; duras, crueles y bruscas como maltrato o desdén y otras dulces y bellas como alameda o ámbar o cálido. Pero no existen palabras feas, solo existen palabras divertidas, tristes, bondadosas, generosas, sanas, vacías, melancólicas, sucias, derechas, mimosas...

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