lunes, 2 de enero de 2012

LOS LIBROS DE MI VIDA

Estoy sentado en una pequeña habitación, una de cuyas paredes está totalmente cubierta de libros. Es la primera vez que tengo el placer de trabajar con algo que semeje una colección de libros. Puede que en total no sean más de quinientos, pero en su mayor parte representan mis propias preferencias. Es la primera vez, desde que iniciara mi carrera como escritor, que me hallo rodeado por un buen número de libros que siempre ansiaba poseer. Sin embargo, considero que el hecho de que en el pasado haya realizado la mayor parte de mi tarea sin ayuda de una biblioteca fue más una ventaja que una desventaja.
Una de las primeras cosas que asocio con la lectura de los libros es la lucha que he debido librar para obtenerlos. No poseerlos, advierto al lector, sino tenerlos a mi alcance.
Desde el momento en que esta pasión hizo presa de mí ser, no encontré otra cosa que obstáculos. Los libros que buscaba en la biblioteca pública siempre estaban cedidos, y por supuesto, jamás tuve el dinero necesario para obtenerlos.

El libro vive a través de la apasionada recomendación de un lector a otro.

Los libros son una de las pocas cosas que los hombres atesoran profundamente cuanto mejor sea el hombre, con mayor facilidad será capaz de desprenderse de los bienes que más atesora. El libro que yace inane en un anaquel es munición desperdiciada. Los libros deben mantenerse en constante circulación como el dinero.

Sé ahora que ni siquiera me hacía falta leer la décima parte de lo que he leído. Nada hay más difícil en la vida que aprender a no hacer otra cosa que lo estrictamente ventajoso para el propio bienestar, lo estrictamente vital

(Párrafos extraidos de Los libros en mi vida, de Henry Miller)

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