
El terapeuta escribió sus notas durante un rato largo, mientras ella, del
otro lado del escritorio, consolidaba la idea de que ese doctor era un fraude,
incapaz de distinguir que ese sueño era un invento, que lo engañaba porque ya se había cansado de las
explicaciones arbitrarias y poco convincentes acerca del sueño real, mil veces
repetido y debatido, que le quitaba el sueño.
Salía del consultorio resuelta a no volver nunca, ella sola había
solucionado el conflicto del sueño que le quitaba el sueño y había asistido a
la cita nada más para comunicárselo al terapeuta, pero al verlo ahí, tomando
notas, había decidido que en vez de la noticia, a manera de despedida, y de pequeña
venganza, le inventaría un sueño, totalmente distinto, para desconcertarlo.

Su ex terapeuta había propuesto una infinidad de soluciones, desde
pastillas para dormir, hasta la técnica de interaccionar con el tipo durante el
sueño, decirle por ejemplo que necesitaba dormir, o rebatir algunos de los
temas que incluía por monologo, o mudarse de habitación
Ninguna de las soluciones le habían parecido convenientes, no tenia corazón para decirle a su amigo que se fuera o que se callara; tampoco le gustaba la idea de que no la encontrara en su habitación, porque a lo mejor se ponía a buscarla de cuarto en cuarto y le daba por preguntarle cosas a sus papás y a sus hermanos y eso se hubiera convertido en una especie de epidemia del sueño.
Ninguna de las soluciones le habían parecido convenientes, no tenia corazón para decirle a su amigo que se fuera o que se callara; tampoco le gustaba la idea de que no la encontrara en su habitación, porque a lo mejor se ponía a buscarla de cuarto en cuarto y le daba por preguntarle cosas a sus papás y a sus hermanos y eso se hubiera convertido en una especie de epidemia del sueño.
Un día le dijo a su amigo que soñaba con él, que lo veía todas las noches
en su habitación y que hablaba y hablaba y no la dejaba dormir. También le contó que su terapeuta era incapaz de
solucionar el problema. El concluyó que
tenia la mitad de la responsabilidad en ese sueño que quitaba el sueño. Juntos
idearon un plan que puso fin, de manera parcial, a esas noches de monologo. El prometía
que haría el esfuerzo de soñar que estaba en la habitación de ella y que permanecía
callado.
El resultado había llegado esa misma noche, ella durmió sus ochos horas de
un tirón, pero a cambio él durmió mal por el esfuerzo de permanecer callado. Al
día siguiente llegaron a un acuerdo que solucionó parcialmente el problema,
establecieron un calendario, riguroso y equilibrado, para que uno durmiera
mientras el otro soñaba.
El sueño-Jordi Soler
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